A veces, a los que estamos en esta zona del mundo, nos cuesta mucho hablar del futuro. El día a día es tan agobiante que no vemos las amenazas que nos depara el futuro mientras perdemos tiempo discutiendo el pasado.
Sin embargo, hay otros países que invierten su tiempo en mirar hacia adelante y prevenir escenarios, algunos más realistas, otros más improbables, pero no por eso descartables.
Uno de estos casos es Nueva Zelanda, que a través de la Comisión de Productividad analizó diferentes escenarios en el corto plazo y la influencia que tendrían en la economía local y su matriz productiva.
Los tres escenarios analizados fueron: Una crisis petrolera, una guerra comercial con países asiáticos y un “gran cambio tecnológico” que pueda comprometer las exportaciones lácteas de ese país.
La comisión aclaró que ninguno de los escenarios eran “predicciones realistas de eventos futuros”, sino que fueron modelados con el propósito de evaluar la preparación de la economía para crisis económicas en general. Pero convengamos que pueden ser factibles en el corto plazo.
Las conclusiones resultan muy interesantes, y tal vez sirva para muchos países latinoamericanos.
Pérdida masiva de empleos en el secto lácteo
El informe de la comisión, publicado a principios de este mes, encontró que una crisis petrolera tendría el mayor impacto inmediato en la producción económica, medida por el Producto Interno Bruto del país, pero las crisis tecnológicas y comerciales provocaron los mayores impactos en el empleo.
En el escenario del shock petrolero, el PIB caería un 7,5% en los primeros 12 meses tras el aumento de los precios del combustible, en comparación con una reducción del 1,5% en caso de una guerra comercial o si surgiera una alternativa más barata a los lácteos.
Sin embargo, la comisión señaló que, si bien no se podría recuperar la producción perdida debido a una guerra comercial o una crisis petrolera, el impacto económico probablemente sería de corta duración.
“Por el contrario, es poco probable que el shock tecnológico [lácteo] sea reversible (a menos que se prohíba o regule la nueva fuente de proteína que compite con la leche de origen lácteo).
“En respuesta, la economía podría adaptarse, y probablemente lo haría, encontrando nuevos productos o mercados para las exportaciones. “Esto reduciría el impacto del shock.
“Sin embargo, si la economía no cambiara y la producción continuara, el impacto del shock tecnológico se repetiría en los años futuros”.
El costo en empleos perdidos ante un competidor sintético más barato de los lácteos se sentiría en el corto plazo en la pérdida de 111.000 puestos de trabajo, en comparación con los 33.000 resultantes de un shock en los precios del petróleo y los 24.000 de una guerra comercial.
En caso de que surja un competidor para los productos lácteos, la comisión estima que se perderán 15.000 puestos de trabajo en granjas lecheras, casi 8.000 pérdidas de puestos de trabajo en las fábricas de lácteos y otros casi 3.000 en las industrias de servicios agrícolas.
Sin embargo, ¿qué probabilidades hay de que se produzcan los llamados escenarios de desastre poco probables modelados por la Comisión de Productividad?
Una réplica sintética de bajo costo de leche y carne producida con menores emisiones de carbono ha sido el santo grial tanto para ambientalistas como para inversores desde hace algún tiempo.
Un informe de Rabobank, titulado “Disruptive Food Products Prove to be more Hype than Bite”, señaló una dramática disminución del volumen de efectivo que ingresará al sector en 2023 debido a tasas de interés más altas, una economía global en dificultades y una demanda débil entre los consumidores. Entre 2010 y 2022 hubo un aumento del 288%.
Sin embargo, el analista de Rabobank, Thomas Bailey, dijo que la amenaza no ha desaparecido.
“Si bien esta vez las innovaciones disruptivas tuvieron un rendimiento inferior a nuestras expectativas, la calidad de los productos alimenticios disruptivos será mayor en el futuro y puede tomarnos desprevenidos”.
Será cuestión de estar atentos a los movimientos innovadores de esta nueva industria que recién comienza a dar sus primeros pasos, la recepción masiva que pueda tener en la sociedad, y, fundamentalmente, la capacidad de los países en saber adaptarse a las necesidades del mercado.
Damián Morais