De un rancho artesanal a Lácteos La Jolla, esta empresa local consolida una cadena láctea completa con impacto social.
Leche Caracol nació en 1983 en Vizcaíno con apenas 55 vacas y una máquina pasteurizadora, impulsada por un proyecto municipal de desarrollo agropecuario. Su evolución fue constante: en 1991 se constituyó como Lácteos La Jolla, incursionando ya en quesos y yogures.
Hacia 2014 la planta original se reubicó al Valle de Santo Domingo, en Ciudad Insurgentes, para aprovechar mejor la logística y recursos hídricos. La expansión permitió aumentar el hato y optimizar procesos de ordeña y pasteurización.
Hoy, la compañía emplea más de 380 personas y opera diez instalaciones, que incluyen establos, centros de producción y una fábrica de envases en La Paz. Su cadena cubre desde la siembra de forrajes hasta la distribución en frío en toda la península.
El catálogo incluye leche entera, deslactosada, baja en grasa, choco leche, yogur y quesos frescos como el asadero. Su línea de envases plásticos propios demuestra verticalidad y control de calidad en todo el proceso industrial.
Más allá del negocio, Leche Caracol promueve desarrollo rural, genera empleo estable y refuerza la identidad sudcaliforniana. Su historia artesanal, aún con visión industrial, ejemplifica cómo puede fortalecerse una agroindustria local con crecimiento sostenible y arraigo comunitario.
Fuente: Posta – Ver nota original
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