El sector agroindustrial mexicano se consolida como un gigante en Norteamérica, apalancado por el T-MEC y la integración de cadenas de valor.
El agronegocio mexicano está experimentando una expansión sin precedentes, consolidando su rol como un proveedor estratégico y un actor clave en toda la cadena de suministro de Norteamérica. Gracias al marco del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la integración de cadenas de valor ha permitido a la agroindustria mexicana aprovechar la ventaja geográfica y la capacidad productiva, especialmente en sectores intensivos en mano de obra y que requieren condiciones climáticas específicas. Para los analistas de comercio internacional, esta dinámica es fundamental para la estabilidad económica y la seguridad alimentaria de toda la región.
Esta consolidación del sector agropecuario no se limita a las exportaciones de frutas y hortalizas, sino que también abarca segmentos de la agroindustria como el lácteo y el cárnico. México se ha convertido en un socio indispensable para abastecer la demanda de alimentos en sus vecinos del norte, impulsando la inversión en tecnificación agrícola, infraestructura de empaque y logística de frío. El periodismo de datos destaca que la producción agropecuaria orientada a la exportación mantiene un estándar de calidad e inocuidad cada vez más alto para cumplir con las exigencias del mercado T-MEC.
La fortaleza de la agroindustria mexicana radica en su capacidad para ofrecer un suministro constante durante periodos en los que la producción en Estados Unidos y Canadá es menos activa, principalmente en invierno. Esto crea una sinergia económica donde la estacionalidad productiva se complementa, beneficiando a productores de los tres países. Sin embargo, este crecimiento también genera desafíos, particularmente en la necesidad de modernizar la infraestructura rural, asegurar la trazabilidad y garantizar que los beneficios del T-MEC se traduzcan en una mayor rentabilidad para el pequeño y mediano productor.
Un factor crucial en esta expansión es la atracción de inversión extranjera directa (IED) en el sector agroindustrial. Las grandes corporaciones de alimentos y retail están invirtiendo en plantas de procesamiento y centros de distribución en México para asegurar el abasto de materia prima y optimizar sus cadenas de suministro a nivel regional. Esta relocalización estratégica (nearshoring) de la producción de alimentos refuerza la posición de México como un hub indispensable para la manufactura agroindustrial y el comercio intrarregional.
En conclusión, el agronegocio mexicano está reescribiendo la narrativa de la producción de alimentos en Norteamérica. Su éxito, cimentado en el T-MEC y la integración logística, demanda ahora un enfoque prioritario en la sostenibilidad, la innovación tecnológica y la justicia en la cadena de valor. La evolución de este sector no solo determinará el futuro de la economía mexicana, sino también la competitividad agropecuaria de todo el bloque regional.
Fuente: Clarín Rural