Lo que distingue a este queso de sus pares, y justifica su exorbitante precio, es la singularidad de su origen y proceso de elaboración. No proviene de la leche de vaca, cabra u oveja, sino de animales exóticos o en peligro de extinción, o bien de métodos de crianza y procesamiento extremadamente laboriosos y limitados. Esta rareza inherente es un factor clave que impulsa su valor en el mercado gourmet, elevándolo a la categoría de lujo culinario.

El proceso de producción de este queso es, en sí mismo, una obra de arte y de paciencia. Requiere de condiciones específicas, un manejo cuidadoso de la leche cruda y, a menudo, de técnicas artesanales transmitidas por generaciones. La escasez de la materia prima, combinada con la complejidad del arte de la quesería, resulta en volúmenes de producción muy bajos, lo que contribuye directamente a su altísimo costo y su exclusividad global.

Para los analistas del sector lácteo internacional, la existencia de este queso ultra-premium no solo es una curiosidad, sino que refleja un nicho de mercado dispuesto a pagar precios excepcionales por experiencias culinarias únicas y sostenibles. Aunque no representa la tendencia general de la industria láctea, sí demuestra el potencial de diversificación y valorización de la leche y sus derivados en segmentos de alto poder adquisitivo.