Hace poco, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador paralizaba la producción de cerveza en los estados del norte, que sufren una grave sequía...
La sequía podría dejarnos sin leche y sin cerveza
Foto: Cuartoscuro

Siete comunidades autónomas españolas en situación crítica se reunieron ayer para pedir que se convoque con urgencia la Mesa de la Sequía para tomar medidas urgentes para afrontar la falta de agua.

Y España no es una excepción: los registros indican que Europa nunca ha estado tan seca como en estas últimas décadas. Esta sequía tiene consecuencias directas sobre nuestra vida, entre otras cosas porque amenaza productos alimentarios básicos como la leche. Recordemos que una vaca necesita más de 100 litros de agua al día para producir leche, y que últimamente se han cerrado granjas incapaces de competir con las macrogranjas por los precios.

Tan disparatada es la situación que países como España se ven obligados a importar leche de Europa. Pero como Europa también atraviesa fuertes sequías, es probable que acabemos importando de EE. UU. y China. Se vio algo parecido en el verano del hemisferio sur en Argentina y Brasil. El problema no es solo la sequía sino también el mercado y la guerra de precios: se nos olvidó lo del autoconsumo y, desde luego, aquello de la sostenibilidad.

Otro caso llamativo de la ubicuidad de los impactos de la sequía lo encontramos en la cerveza. Hace poco, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador paralizaba la producción de cerveza en los estados del norte, que sufren una grave sequía afectando especialmente a la ciudad de Monterrey. Es la segunda más poblada del país y sede de potentes industrias cerveceras. La producción de cerveza requiere grandes cantidades de agua y en el norte de México está poniendo en compromiso el agua para uso doméstico. Diversos estudios indican que el cambio climático está amenazando la industria cervecera en varios lugares del mundo.

Las sequías más fuertes de los últimos siglos

El cambio climático se acelera y a su paso deja tanto desolación como confusión. Parte de esa confusión la generan unas precipitaciones contrastadas que en algunos sitios traen consigo sequías, mientras que en otros traen inundaciones. Incluso en algunas zonas como Europa, unos años trae inundaciones (por ejemplo, en 2021) y otros años sequías (2022) prácticamente en los mismos lugares. Esto hace difícil encontrar patrones o tendencias claras y da alas a los escépticos y negacionistas del cambio climático.

Pero sí, pese a la aparente contradicción, estos efectos tan opuestos están disparados por el mismo proceso: el calentamiento de la atmósfera por la emisión de gases de efecto invernadero. Ese calentamiento que incrementa la variabilidad del clima y hace cada vez más raro que llueva de forma suave y continua.

Así, últimamente o llueve mucho menos de lo normal o llueve mucho más y de forma torrencial. Las lluvias extremas se han vuelto más frecuentes e intensas en ciertas zonas de Europa durante el último siglo y hay evidencias de que el cambio climático de origen humano es responsable de ello. Los máximos de precipitación se asocian claramente con las anomalías térmicas y con la tendencia sostenida de calentamiento global.

No olvidemos que el efecto devastador de las lluvias e inundaciones de julio de 2021 en Europa se vio amplificado por la alteración humana de las cuencas de los ríos, su artificialización y la pérdida de vegetación y suelo natural. Un año después, muchas de estas zonas inundadas de Europa han sufrido la sequía más intensa desde la Edad Media.

Los cimientos de Holanda se pudren

Las casas holandesas construidas sobre pilotes de madera se están pudriendo tras las graves sequías. El famoso Rijksmuseum de Ámsterdam se ha hundido más de 15 centímetros. Como muchos edificios construidos antes de 1970 en este país pantanoso, el museo se apoya en unos 8 000 postes de madera que son sus cimientos.

Se debe a que los veranos secos hacen descender el nivel de las aguas subterráneas, los postes quedan expuestos y los hongos, que necesitan oxígeno para sobrevivir, van pudriendo los cimientos. En este caso es la escasez de agua, y no el exceso, lo que causa el desastre.

En un momento en el que Europa está sufriendo la peor sequía de los últimos 500 años, es posible que este problema no se limite a los Países Bajos, ya que los cimientos de madera también se utilizan en algunas zonas de Suecia, Alemania y, en gran medida, en la ciudad italiana de Venecia.

Los holandeses tienen que replantearse su estrategia de gestión del agua. Quizás deban encerrar las aguas subterráneas en lugar de mantener el mar fuera. Si no toman medidas, las casas podrían derrumbarse en una década. Sin apoyo gubernamental para estos macrorriesgos climáticos, las empresas de seguros no pueden asumir los gastos que de momento recaen en los propietarios.

¿Tenemos mala memoria o realmente nos enfrentamos a una sequía extrema?

El que no haya dos días, ni dos meses, ni dos años que sean climáticamente iguales hace que perdamos la perspectiva de lo que pasa.

A pesar de la gran variabilidad de las precipitaciones en el nuevo clima inducido por los seres humanos, es posible encontrar ciertos patrones gracias a la estadística y a la investigación multidisciplinar que permiten reconstruir series temporales largas de temperatura y precipitación en zonas y momentos en los que no hay o no hubo registro instrumental.

Un estudio reciente llevado a cabo por el investigador de la Universidad de Cambridge Ulf Büntgen y colaboradores enlaza series climáticas extraídas de los anillos de los árboles europeos, combinando datos de crecimiento y datos isotópicos de árboles vivos y muertos, tanto intactos como transformados en muebles o en piezas históricas o arqueológicas. Todo ello permite entender las grandes fluctuaciones climáticas a lo largo de las distintas épocas y permite concluir que, a pesar de las sequías de los diversos periodos históricos, Europa sufre ahora las sequías más fuertes en los últimos 2 110 años de su historia.

Un anticiclón de las Azores cada vez más intenso

¿Pero qué hay detrás de la creciente sequía en Europa? Se trata del anticiclón de las Azores, que, junto con la zona de bajas presiones de Islandia, determina los patrones de viento y lluvia en el Atlántico norte.

El anticiclón de las Azores influye mucho en el clima de buena parte de Europa, sobre todo la lluvia invernal en la mitad occidental del continente. El investigador de la Institución Oceanográfica Woods Hole (EE. UU.) Nathaniel Creswell-Clay y colaboradores han encontrado que a partir de la era industrial la extensión de este anticiclón ha ido aumentando en concordancia con el cambio climático de origen humano.

Esta expansión del anticiclón de las Azores está generando unas sequías sin precedentes en los últimos 1 200 años. Las altas presiones son significativamente más comunes en la era industrial (desde 1850) que en la época preindustrial, lo que da lugar a condiciones anormalmente secas en el Mediterráneo occidental, incluida la península ibérica. Las simulaciones del último milenio indican que la expansión del anticiclón de las Azores en la era industrial no tiene precedentes en el último milenio (desde el año 850 de la era cristiana), lo que concuerda con los datos de los indicadores de precipitación en Portugal. La expansión del anticiclón de las Azores surge después de 1850 y se refuerza en el siglo XX, lo que es coherente con un calentamiento de origen antropogénico.

Hablando claro

Es preciso hablar claro. Pero no siempre es posible. A veces porque no se tienen las cosas claras y otras veces porque da miedo hacerlo. La conexión de los eventos climáticos extremos como sequías, olas de calor o tormentas extraordinarias con el cambio climático es científicamente evidente. Por ese lado resulta fácil hablar claro.

Sin embargo, como analizan los investigadores Zuhad Hai y Rebecca L. Perlman, a muchos políticos les cuesta hacer esas vinculaciones en público por el temor a la reacción de los votantes. Hay que trabajar por una ciudadanía informada, capaz de apoyar a quienes hagan esas conexiones tan evidentes para la ciencia. No hay margen para mensajes tibios y políticas climáticas flojas.

Fernando Valladares, Profesor de Investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC)

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