Un hallazgo clave de los estudios es la capacidad de los lácteos fermentados (como el yogur y el kéfir) para mejorar la salud intestinal gracias a su contenido de probióticos. Estos microorganismos vivos benefician la microbiota intestinal, lo que a su vez se relaciona con un sistema inmunológico más fuerte y una mejor digestión. Este beneficio funcional es un diferenciador importante que la industria láctea puede capitalizar para atraer a un segmento de consumidores cada vez más preocupado por el bienestar.

Por otro lado, la leche común y sus derivados mantienen su lugar como una fuente insustituible de nutrientes esenciales. La ciencia reitera que son una fuente excelente de calcio, vital para la salud ósea, y de proteínas de alta calidad, necesarias para el desarrollo muscular. Para los consumidores y nutricionistas, es importante entender que no todos los lácteos son iguales y que sus beneficios varían según su procesamiento y composición.

El análisis también desmitifica la idea de que los lácteos son inherentemente perjudiciales, destacando que el impacto en la salud depende de factores como la cantidad consumida, el tipo de lácteo (entero, descremado, fermentado) y el perfil nutricional general de la dieta. Esto le da a los productores de leche y a las empresas lácteas una base sólida para defender sus productos y educar al público sobre su consumo responsable.