La nueva etiqueta será obligatoria en productos importados y nacionales que no cumplan con los estándares suizos de bienestar animal. Esto incluye alimentos de origen animal como carne, leche y huevos, especialmente si provienen de sistemas donde se permite el confinamiento intensivo, mutilaciones sin anestesia o transporte inadecuado. En caso de cumplimiento, el etiquetado será voluntario y podrá indicar prácticas respetuosas.

Esta decisión tiene especial impacto para la industria láctea internacional, dado que muchas explotaciones lecheras intensivas podrían quedar expuestas en los mercados suizos si no revisan sus protocolos de bienestar animal. Las exportaciones hacia Suiza tendrán que adaptarse, o bien asumir el impacto reputacional de etiquetas que adviertan sobre potencial maltrato.

El Parlamento suizo aprobó esta legislación en respuesta a la creciente presión social y al activismo que denuncia las condiciones de producción intensiva. El modelo suizo se convierte en un precedente legal con alto potencial replicable en otras economías avanzadas, marcando un giro hacia la trazabilidad ética en la cadena alimentaria.