Gracias a una mutación genética que permite producir lactasa en la edad adulta, muchas personas pueden consumir leche sin problemas.
Tomar leche podría ser una ventaja evolutiva, según expertos
Gracias a una mutación genética que permite producir lactasa en la edad adulta, muchas personas pueden consumir leche sin problemas/Foto: Canva

Gracias a una mutación genética que permite producir lactasa en la edad adulta, muchas personas pueden consumir leche sin problemas.

En los últimos años, frases como “la leche es antinatural” o “provoca desequilibrios hormonales” se han vuelto comunes en redes sociales y conversaciones cotidianas. Algunos afirman que ningún animal la consume en la edad adulta, por lo tanto, los humanos tampoco deberían hacerlo. Otros aseguran que su digestión es complicada o que genera acné. Sin embargo, muchas de estas afirmaciones carecen de respaldo científico.

Argumentos populares, ¿base científica?

Contrario a lo que sostienen sus detractores, la capacidad de digerir leche en la edad adulta no es un error evolutivo, sino una adaptación genética valiosa. Esta habilidad está relacionada con una enzima llamada lactasa, que rompe la lactosa (el azúcar de la leche) en glucosa y galactosa, facilitando su aprovechamiento como fuente de energía.

Además, la leche destaca por su valor nutricional. Según la doctora Ascensión Marcos, especialista en inmunonutrición del CSIC, contiene proteínas y grasas de alta calidad, así como una carga importante de calcio, fósforo, vitamina D y vitaminas del complejo B. Un verdadero “combo” de nutrientes que ha sido esencial en la historia evolutiva humana.

Una ventaja evolutiva… y cultural

Nuestros antepasados del Neolítico ya consumían leche tras domesticar animales, hace más de 7,000 años. Esta práctica no solo les permitió alimentarse mejor, sino también desarrollar comunidades más fuertes y resilientes. Investigaciones lideradas por universidades europeas muestran que la habilidad para digerir lactosa se convirtió en una ventaja evolutiva clave en Europa.

Esta persistencia de la lactasa se volvió común en buena parte de Europa. Así, lo que hoy muchos ven como un hábito antinatural, en realidad fue una herramienta de supervivencia. Y aunque otras especies no toman leche adulta, los humanos también comen huevos o visten lana, precisamente porque domesticaron animales y supieron aprovechar sus recursos.

El temor a la grasa y la confusión sobre la intolerancia

Algunos desaconsejan el consumo de leche por su grasa saturada. No obstante, la doctora Marcos aclara que se trata de una grasa especial, con micelas que facilitan la absorción de vitaminas y minerales, especialmente importantes en etapas de crecimiento. Más que dañina, resulta útil para una nutrición completa.

También es común que la gente piense que es intolerante a la lactosa cuando, en realidad, ha dejado de consumirla por completo, reduciendo así la producción natural de lactasa. Esto puede derivar en molestias al reintroducirla, generando una especie de “profecía autocumplida”. Según los expertos, dejar los lácteos sin supervisión médica puede acarrear déficits de calcio y vitamina D.

Este fenómeno preocupa a científicos y organismos de salud. En Estados Unidos, un panel de expertos alertó que la popularidad de dietas sin lácteos podría generar problemas serios de desnutrición a largo plazo, sobre todo en poblaciones jóvenes o vulnerables.

Productos lácteos: aliados y alternativas

Para quienes tienen hipolactasia –una baja producción de lactasa–, hay buenas noticias: productos como el yogur y el queso pueden tolerarse bien. Esto se debe a las bacterias que intervienen en la fermentación, como los Lactobacillus o Streptococcus, que ayudan a descomponer la lactosa restante en el intestino.

Además, estos productos se digieren más lentamente que la leche, lo cual mejora la absorción. De hecho, investigaciones recientes indican que incluso las personas con intolerancia pueden consumir hasta 12 gramos de lactosa sin molestias, el equivalente a un vaso de leche entera. Un yogur, por ejemplo, contiene apenas 4 gramos.

No obstante, cuando se trata de alergia a la leche, la situación cambia. En estos casos, no es la lactosa el problema, sino ciertas proteínas que el sistema inmune considera peligrosas. La reacción puede ser tan intensa que obliga a evitar completamente los productos lácteos, a veces de forma temporal y, en otros casos, de por vida.

Cuidado con la leche cruda y reflexiones finales

Una tendencia reciente en algunos lugares ha sido el consumo de leche cruda, es decir, sin esterilizar. Aunque suene natural, representa un riesgo sanitario importante. Al salir de la ubre, la leche puede contaminarse con bacterias peligrosas como ListeriaSalmonella o Brucella, capaces de provocar enfermedades graves si no se elimina su presencia mediante calor.

Por eso, los especialistas insisten en que, aunque la leche no sea indispensable, sí es difícilmente reemplazable por otro alimento. No existe un sustituto que ofrezca, por sí solo, tantos nutrientes en tan buena proporción. Eso no significa que debamos tomarla a toda costa, pero si tenemos el privilegio genético de poder digerirla, bien vale la pena considerarla dentro de una dieta equilibrada.

En resumen, la leche no es el enemigo que muchos pintan. Tampoco es un producto milagroso, pero su historia, sus beneficios y su papel en nuestra evolución la convierten en mucho más que una simple bebida blanca. Como todo en nutrición, la clave está en la moderación, el conocimiento y el acompañamiento médico cuando sea necesario.

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