El productor Diego Machín Cladera integra una empresa familiar de seis hermanos que gestiona tres tambos en Florida. Es la cuarta generación de tamberos en la familia.
Nueva Zelanda
Actualmente, el emprendimiento familiar explota tres tambos con unas 500 vacas en ordeñe bajo un sistema básicamente pastoril, en unas 500 hectáreas propias y otras 300 arrendadas.

En 2010, los padres de Diego le pasaron los animales, las herramientas a sus hijos para que continuaran con la actividad en el rubro lechero con dos tambos en Cardal y otro en 25 de Agosto. Actualmente, hay dos hermanos que están trabajando diariamente en la explotación de los tambos, mientras que Diego está par-time en la actividad en todo lo vinculado al gerenciamiento, pagos de sueldos, las compras de insumos y relacionamiento con las industrias.

Actualmente, el emprendimiento familiar explota tres tambos con unas 500 vacas en ordeñe bajo un sistema básicamente pastoril, en unas 500 hectáreas propias y otras 300 arrendadas.

En los últimos 12 años, la empresa familiar ha duplicado su producción de leche. Durante el último ejercicio anual produjo 3,4 millones de litros. Cuentan con playa de alimentación en los tres tambos y también piletas para el tratamiento de efluentes. De hecho, la empresa utiliza el servicio que tiene la SPLF para su dispersión en el campo. También fueron impulsores del campo de recría intensiva de La Cruz, que lanzó para sus socios hace tres años atrás.

En diálogo con La Lechera, Machín contó qué le dejó un reciente viaje que realizó por Nueva Zelanda junto a un grupo de productores CREA y otros tamberos invitados. La gira contó con el apoyo de Conaprole, GEA y Gensur. El emprendimiento familiar de Machín integra el grupo CREA Palo y Palo de Florida desde el 2015 y también el Grupo Cardal.

 

¿Cuáles fueron las sensaciones que dejó esa visita por Nueva Zelanda? Es un país referente en la producción de leche bajo sistemas pastoriles.

Sin duda, hay aspectos que deben considerarse con pinzas. No creo que los productores allá sean los mejores y nosotros los peores. Creo que un productor eficiente de Uruguay podría desempeñarse muy bien en esa región. De hecho, ya hay ejemplos de ello.

La diferencia más notable es que en Nueva Zelanda los veranos no son tan marcados como los nuestros, lo que les permite mantener la producción durante todo el año. En nuestro caso, el ciclo productivo se cumple en el verano. Por lo tanto, tenemos una rotación de pasturas más frecuente, lo que aumenta nuestros costos de producción. Ellos cierran los establecimientos desde mayo hasta agosto, ya que tienen partos bien programados, en un período de alrededor de ocho semanas.

Durante ese tiempo, la mayoría de los establecimientos sacan todo su rodeo, incluso el ganado que está seco. Esto significa que albergan esos animales en otros establecimientos o los pastorean en campos arrendados.

Durante esos dos meses (de invierno), en los que la pastura crece menos, también tienen la oportunidad de recomponer sus existencias forrajeras. Acá en Uruguay sería un poco más complejo el tema de cerrar los tambos en el verano, aunque hay casos puntuales que lo hacen, ya que cada vez más hay una tendencia a concentrar los partos durante el otoño, porque está comprobado que las vacas desarrollan una mejor lactancia.

 

Nueva Zelanda tiene restricciones ambientales para aumentar su producción. ¿Cuál fue el balance que dejó la gira en ese aspecto?

Hay una amenaza ambiental de que no tienen margen para aumentar la producción debido a las exigencias ambientales, como el tratamiento de efluentes y la aplicación de urea. En este sentido, sus suelos no retienen tanta humedad cuando llueve, lo que puede llevar al lavado de nitrógeno y la contaminación. Esto es relevante, ya que no le permiten aplicar más de 200 a 300 unidades de nitrógeno por hectárea al año.

 

¿Y el tema recursos humanos? Entiendo que también en ese país hay ciertos cuellos de botella para conseguir personal.

En cuanto a la mano de obra, la política laboral en los tambos de Nueva Zelanda es diversa. Los trabajadores provienen de una variedad de orígenes, desde Nepal hasta Chile, Uruguay y Argentina. En algunos casos, los propietarios de los establecimientos también se involucran en el proceso de ordeñe junto con sus familias. Se ha prestado especial atención a la comodidad y el bienestar del personal. Las casas de los trabajadores suelen estar bien provistas y se han establecido políticas de descanso según la carga horaria diaria. Algunos trabajan siete días a la semana y descansan tres, mientras que otros siguen un programa de trabajo más equilibrado.

Además, se están explorando diversas modalidades de ordeñe variable. Algunos establecimientos dan prioridad a la preñez de las vacas al principio de la zafra para tener los partos estacionados, lo que implica ordeñarlas solo una vez al día durante los primeros 10 días. En el caso de las vacas que necesitan recuperar condición corporal, se opta por ordeñarlas solo una vez al día para que recuperen estado y preñar rápido, aunque se relegue algo de producción.

Además, se están llevando a cabo experimentos con diferentes frecuencias de ordeñe como 10 veces a la semana, u ordeñando martes, jueves y domingo, por ejemplo, una sola vez en lugar de dos por día. Está comprobado que eso no daña la salud de la ubre y lo que se relega de producción es mínimo.

Hay otros casos donde a las vacas viejas paridas las ordeñan una sola vez al día. También hay casos donde se busca darle menor complejidad o de productores próximos a retirarse que están ordeñando una sola vez por día.

 

¿Qué otros elementos sobre la gestión de los tambos neozelandeses destacarías?

Ellos tienen varios sistemas. Uno es el Sharemilker, donde se establece un porcentaje por la cosecha de leche entre el dueño del tambo y el que se encarga del ordeñe. Después hay otro sistema un poco más avanzado que es el Contract Milker, ahí se comparte la gestión. Ahí el dueño del establecimiento solo se dedica a mantener la infraestructura del tambo en condiciones y comparten los costos de alimentación junto al responsable del ordeñe y la gestión del rodeo. Luego comparten los ingresos brutos por la remisión.

A lo largo de los años, muchos Sharemilker como Contract Milker, trabajando fuerte, se van haciendo de capital. Comienzan comprando algunas vacas y, en muchos casos, asumen deudas para adquirir sus propios establecimientos.

El común denominador es que trabajan con un alto nivel de deuda. Algunos están dispuestos a asumir préstamos considerables, ya que, a nivel estatal, existe un mayor compromiso con la producción nacional y acceden a tasas de interés más accesibles en comparación con las nuestras.

Por otro lado, una de las similitudes con Uruguay es el peso de Fonterra (por Conaprole), que tiene entre el 80%-90% de la leche, pero es más exigente a la hora de exigir respaldo cooperativo. Les exigen comprar acciones de la cooperativa por el equivalente a un 60% de la remisión anual. Otro aspecto interesante es cómo gestionan la producción y consumo de pasto: levantan de 12 mil a 16 mil kg de materia seca por ha/año.

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