La tolerancia a la lactosa se desarrolló en poblaciones que adoptaron la ganadería lechera, permitiéndoles aprovechar una fuente de nutrientes rica y disponible, especialmente en tiempos de escasez. Esta adaptación genética brindó una ventaja reproductiva y de supervivencia, al proporcionar acceso continuo a energía, proteínas y calcio a través del consumo de leche y productos lácteos más allá de la infancia. Es un ejemplo fascinante de coevolución entre el ser humano y el ganado lechero.

Este descubrimiento subraya el profundo vínculo entre la producción de leche y la evolución de nuestra especie. La leche, al ser un alimento completo y de fácil acceso una vez domesticados los animales, jugó un papel crucial en la expansión de algunas culturas y en su capacidad para prosperar en diversos entornos. La economía láctea moderna es, en cierto modo, una continuación de esta relación ancestral.

Aunque la intolerancia a la lactosa es común en gran parte del mundo, la prevalencia de la persistencia de la lactasa en otras regiones es un testimonio de la poderosa presión selectiva que ejerció el consumo de leche. Este conocimiento es valioso para la industria láctea al desarrollar productos, ya sean libres de lactosa para aquellos que no la toleran, o al enfatizar los beneficios de la leche tradicional para quienes sí la digieren sin problemas.