Entre 1986 y 1988, un oscuro episodio conectó la tragedia de Chernobyl con México, dejando a miles de mexicanos expuestos a graves consecuencias debido a decisiones cuestionables y negligencia gubernamental.
En los años ochenta, mientras el mundo aún procesaba las repercusiones del desastre nuclear de Chernobyl, una tragedia más comenzó a gestarse en México.
Lejos de los titulares que mantenían a Europa en vilo por los niveles de radiación, una amenaza llegó hasta las mesas de miles de familias mexicanas: la leche, un símbolo de nutrición y vitalidad, se convirtió en un veneno inadvertido. Cientos de niños y adultos consumieron, sin saberlo, productos lácteos contaminados con energía radiactiva. Pero, ¿cómo fue posible que un desastre nuclear en Ucrania terminara afectando a la nación mexicana?
Familias mexicanas llegaron a consumir leche contaminada con radiación, sin saberlo.
Chernobyl: El desastre que llegó más lejos de lo que pensamos
El 26 de abril de 1986, la planta nuclear de Chernobyl, en la ciudad de Prípiat, Ucrania, sufrió una explosión devastadora durante una prueba de seguridad. Lo que debía ser un simulacro se convirtió en una catástrofe sin precedentes. La liberación de residuos nucleares fue masiva y, en cuestión de horas, la nube tóxica comenzó a esparcirse por Europa. Lugares como Irlanda, conocidos por sus praderas verdes y su producción lechera, fueron alcanzados por la lluvia radioactiva que contaminó su suelo y sus animales.
Las vacas que pastaban en campos irlandeses consumieron hierba radiactiva, y así, su leche se transformó en un peligro imperceptible. Esa leche, que después fue convertida en polvo y exportada, contenía altos niveles de cesio 137 y estroncio 90, dos de los elementos emisores más peligrosos.
Ganado pastando en campos contaminados tras la explosión de Chernobyl en 1986.
México: El encubrimiento de una catástrofe láctea
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió advertencias claras sobre la contaminación de alimentos provenientes de zonas afectadas por Chernobyl, el gobierno mexicano decidió hacer caso omiso.
Entre 1986 y 1988, México importó cerca de 40 mil toneladas de leche en polvo y 2 mil toneladas de mantequilla de Irlanda, productos que estaban contaminados por radiación. Estos lácteos fueron distribuidos a través de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), encargada de llevar alimentos a las comunidades más pobres del país.
Según datos proporcionados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la administración encabezada por el entonces presidente Miguel de la Madrid llevó a cabo esta operación, argumentando que representaba una mejora en el presupuesto. Sin embargo, lo que no se tomó en cuenta fueron las implicaciones a largo plazo para la salud pública. México estaba importando presuntamente veneno, y lo repartió sin mayor control entre sus ciudadanos más vulnerables.
La leche contaminada que enfermó a México.
La lucha por la verdad: Dos héroes revelan el veneno en la leche
En medio de esta tragedia, dos figuras clave se alzaron para intentar frenar la distribución de los productos contaminados. El almirante Manuel Rodríguez Gordillo y el físico Miguel Ángel Valdovinos realizaron investigaciones que confirmaron la presencia de radiactividad en la leche importada. Rodríguez Gordillo, preocupado por los efectos que ya comenzaban a manifestarse en el personal de Infantería que consumía los lácteos, hizo denuncias públicas. Sin embargo, en lugar de ser escuchado, fue sometido a juicio militar, destituido de su cargo y acusado de traición a la patria.
Por su parte, Valdovinos, al analizar una muestra de la leche, advirtió sobre el peligro que ésta representaba. A pesar de sus esfuerzos, la Secretaría de Marina y otras autoridades ignoraron sus advertencias, afirmando que la leche era segura.
Al concluir las pruebas pertinentes sobre los efectos de la contaminación radiactiva, Miguel Ángel Valdovinos expresó en una entrevista de aquellos años:
“Los contaminantes de emisión radiactiva provocan un envenenamiento silencioso en los seres vivos, ya que la contaminación es inodora, incolora y carece de sabor”. Sin embargo, sus palabras cayeron en oídos sordos.
La Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardia (CNSNS) también recomendó detener el embarque de leche contaminada en el puerto de Veracruz y devolverla a Irlanda, pero la Conasupo argumentó que las restricciones comerciales lo impedían. Así, la salud de miles de mexicanos quedó en segundo plano, y la leche siguió distribuyéndose.
La atención urgente llegó cuando el embajador de México en Brasil, Antonio González, emitió una alerta que resonó en la Secretaría de Relaciones Exteriores: México se estaba envenenando con productos lácteos contaminados. Sin embargo, para muchos, ya era demasiado tarde. Esta preocupación se intensificó aún más cuando se supo que la misma oferta de productos lácteos contaminados había sido presentada al país sudamericano, pero ellos la rechazaron.
La verdad salió a la luz y la investigación era irrefutable, pero para los altos mandos de la Armada, el físico-matemático Miguel Ángel Valdovinos fue considerado intelectualmente limitado. Como resultado, fue destituido de su cargo en la planta de Laguna Verde, y los expedientes del caso desaparecieron misteriosamente.
El vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo y el físico Miguel Ángel Valdovinos intentaron frenar la distribución de leche contaminada con cesio 137.
¿Dejó la leche radiactiva secuelas en la salud de México?
Aunque los efectos de la radiación no se ven de inmediato, sus consecuencias a largo plazo son devastadoras. En los años posteriores a la distribución de la leche contaminada, se registró un aumento significativo en los casos de cáncer infantil, cirrosis hepática y malformaciones en fetos. La UNAM y otros organismos reportaron que las tasas de cáncer aumentaron en un 300 por ciento entre 1987 y 1988, una cifra alarmante que mucho asocian con el consumo de los productos lácteos con presencia radiactiva.
A pesar de estas evidencias, las autoridades mexicanas no han reconocido oficialmente la relación entre la leche contaminada y estos problemas de salud. Durante años, los expedientes relacionados con el caso fueron desapareciendo, y la tragedia quedó en el olvido para la mayoría.
Tras la presión de varias organizaciones, se decidió devolver los lotes de leche radiactiva a Irlanda. Sin embargo, en el proceso de transporte, muchos vagones que llevaban la leche fueron saqueados. Hasta el día de hoy, se desconoce el paradero de esos productos contaminados, lo que deja abierta la posibilidad de que, en algún momento, parte de esa leche haya sido consumida por más mexicanos sin que siquiera lo supieran.
La leche contaminada causó un alza en cáncer infantil y malformaciones.
Investigaciones actuales: Un nuevo esfuerzo por esclarecer la verdad
En 2022, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) anunció la creación de un registro detallado sobre este incidente que aún no se ha concretado. Además, se solicitó a la Secretaría de Salud (Ssa) que rinda un informe exhaustivo sobre los hechos reales. Aunque no hay datos que confirmen muertes directamente vinculadas al cesio 137, las estadísticas muestran que el impacto en la salud pública fue considerable.
Además, a pesar de las décadas transcurridas, las víctimas aún esperan justicia, mientras muchos de los responsables permanecen impunes. Para algunos, la historia de la leche radiactiva en México sigue siendo una leyenda oscura, un capítulo silenciado de nuestra historia que muchos prefieren olvidar.
Y tú, ¿alguna vez probaste la leche de Conasupo?
Las víctimas de la leche contaminada con radiación aún esperan respuestas.
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