Para el sector ganadero, la llegada de las lluvias implica una mejora sustancial en la disponibilidad de forraje natural. Esto reduce la necesidad de suplementos alimenticios costosos, disminuyendo los gastos de las granjas y mejorando la condición del ganado. En el contexto de la producción lechera, una mejor alimentación de las vacas se traduce directamente en un aumento en la cantidad y calidad de la leche, beneficiando a los productores de leche.

Los productores de temporal también celebran estas precipitaciones, ya que permiten la siembra y el desarrollo adecuado de sus cultivos. Cultivos como el maíz y el frijol, esenciales para la alimentación humana y animal, dependen en gran medida de las lluvias para su éxito. La bonanza en la agricultura de temporal es un pilar fundamental para la economía rural y la seguridad alimentaria de la región.

El impacto positivo de las lluvias se extiende a toda la cadena de valor agropecuaria. Una mayor oferta de forrajes y granos podría estabilizar los precios de los insumos, beneficiando a la industria láctea y a otros subsectores. Además, la recuperación de la biodiversidad y la recarga de mantos acuíferos son ventajas a largo plazo que refuerzan la sostenibilidad ambiental de la ganadería y la agricultura.